Cuando lo conservador es lo progresita
Primero las experiencias...
Me resulta difícil hablar de Tomás Luis de Victoria sin caer en el más visceral entusiasmo. Me ocurriría lo mismo con Bach, con Monteverdi, ¡con Josquin Desprez!... autores que cada día que pasa admiro más por su rabiosa actualidad. Estos cuatro autores citados tienen algo en común. Dos de ellos: Monteverdi y Josquin fueron inicio de una senda (el primero de la barroca y el segundo de la renacentista); por su parte, Bach y Victoria fueron respectivamente su conclusión. Victoria llevó el contrapunto llamado "palestriniano" a una cima, por encima de la cual sólo quedaba imitar o repetir fórmulas (igual que hiciera Bach siglo y medio después, tomando buena nota sus hijos, que inaugurarían así un nuevo estilo). Victoria es, en muchos aspectos, punto y final del Renacimiento. Aun cuando por su situación cronológica, el abulense llegó a conocer el arranque de muchos de los principios de la nueva música barroca, su identificación con el 1600 fue tenue y, antes que nada, retrospectiva. Son poco conocidos, pero reales, sus flirteos con las técnicas policorales, aquellas que los Gabrieli elevasen como primer paso del "stile concertato" barroco. Victoria compuso, indudablemente, obras a varios coros, incluso diseñó en algunas de ellas efectos que perdudarían en buena parte del siglo XVII, pero, no nos engañemos, no son precisamente éstas las mejores creaciones del genial autor. Es claro que Victoria era un "hombre del Renacimiento" y su identificación con el nuevo lenguaje manierista nunca fue demasiado militante. Esto así, es fácil afirmar: "Victoria estilísticamente era un conservador". Claro que, desde este punto de vista, Bach también lo era, y Mozart, y Haydn...; lo que invitaría rápidamente a preguntarse: ¿qúe es "ser conservador"?
A fines del XVI entendemos por "conservador" el seguimiento de los diseños vocales al uso desde Dufay o Josquin (mayoritariamente SATB o, más tarde, duplicación de las voces agudas, sean dos sopranos o dos tenores mellizos), la práctica del contrapunto imitativo más ortodoxo, de la utilización de material temático cantollanístico o de autores precedentes (para las llamadas "misas parodia"); incluso ideológicamente (esto es, en términos de los idearios de la "nuova musiche"), entendemos por conservador la ausencia del bajo continuo y el estilo recitado, ¡la más tajante renuncia a componer música que no fuera destinada al culto! (en la mayoría de los casos mucho más reaccionaria). En suma, es obvio que a Victoria le interesó muy poco "la vanguardia" que se abría ante él en los últimos años de su vida. Ahora bien, si Victoria es considerado tradicionalmente el Cervantes de la música española, es por el inexplicable grado de emoción y expresividad que fue capaz de extraer de los esquemas más "manidos" y utilizados a fines del siglo XVI. Sus 18 Responsorios de Tinieblas a cuatro voces, obra de un dramatismo terrorífico desde el primer compás, poseen ya una retórica bachiana y una agresividad auténticamente beethoveniana (les aseguro que no exagero). Cuando, por ejemplo, en el texto del primer responsorio se habla del ahorcamiento de Judas ("... más le valiera no haber nacido..." ), Victoria, implacable, interrumpe la música abruptamente con una figuración sin precedentes en la historia de la polifonía. ¿Conservador dije? En su ciclo de Lamentaciones de Jeremías se dibujan frases de poesía tan descorazonadora que bien pueden estimular resortes cerebrales muy próximos a los que despiertan los más melancólicos lieder de Schubert. Perdón, ¿conservador he dicho? Su motete "O Magnum Mysterium", por citar uno de tantos. Pocas obras tendrán un trazado expresivo tan bien calculado, ¡esta música tiene ritmo y rima como un soneto!, una planificación digna de los más perfectos cuartetos haydnianos. ¿Quién dijo "conservador"? ¡¿Y el Réquiem?! (hablo del segundo, claro está, del de 1605). "Taedet animam meam" ("¡Estoy hastiado de mi vida!") son las palabras que escuchamos con una gélida y estremecedora homofonía al comienzo de su última obra conocida; una misa de difuntos que no deja un segundo de respiro para escapar de la más honda reflexión ante la muerte. ¿Quién hizo también eso?, ¿no fue Brahms?... Me confieso incapaz de situar a Victoria simplemente como el "último gran renacentista", como un "conservador" audaz que cierra una página de la Historia. No encuentro en ningún otro autor de la época, la profundidad humana de Victoria, "el maestro". ¡¿Cómo se puede decir tanto con tan poco?! Eso es ser visionario, es ser actual, no es "ser conservador".
...después los datos
Una biografía, como es natural, ampliamente difundida en libros y programas. Es justo anticipar (patriotrismos al margen) que nuestro autor pertenece tanto a la historia de la música italiana como a la española. Tomás Luis de Victoria nació en 1548 (es ésta la fecha más probable) en Ávila. Fue niño cantor de la catedral de la ciudad castellana hasta su ingreso en 1565 en el Colegio Germánico de los Jesuitas en Roma. Sus estudios en estos años, orientados a la carrera sacerdotal, fueron felizmente completados con una formación musical que, a la luz de los resultados, debemos calificar de enteramente satisfactoria. Posiblemente ya entonces el joven Victoria entrara en contacto con Palestrina. En el 1569 lo encontramos como organista y cantor de Santa Maria di Monserrato, y más tarde colaborando como compositor con otras iglesias españolas de Roma. Ya en 1571 ejerce la docencia en el propio Colegio Germánico, y un año después publicaría su primer libro de motetes. En 1575 es ordenado sacerdote y en 1576 verá la luz el Liber Primus qui Missas, Psalmos, Magnificat... Después de abandonar el Colegio Germánico, Victoria se unirá en 1578 a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, con quien mantendría así una estrecha relación. Desde 1578 a 1585 será capellán de San Girolamo della Carità, periodo en el que verán la luz diversas colecciones de motetes y misas. 1585 es el año de publicación de la más ambiciosa y magistral creación victoriana: el Officium Hebdomadae Sanctae, una colección que incluye: 18 Responsorios, 9 Lamentaciones, dos coros de pasiones, un Miserere, Improperios, Motetes, Himnos y Salmos para la celebración de toda la Semana Santa. Un despliegue de medios expresivos sin precedentes.
En 1587 regresaría a Madrid, al servicio de la Emperatriz María, entrando en el Monasterio de las Descalzas Reales, y declinando así la oferta de catedrales como la de Sevilla o Zaragoza. En 1592 regresaría a Roma, donde publicaría su Missae, liber secundus. Dos años después Victoria asistiría a los funerales de Palestrina, y en 1595 regresaría definitivamente a España. Desde este momento hasta 1603, la producción de Victoria se reduciría a la aparición en 1600 de algunas obras más "modernas" (pero "menores"), como su Misa pro Victoria a nueve voces o el Magnificat sexti toni a tres coros, en las que el autor se aproxima a las nuevas técnicas pre-barrocas. En 1603 escribirá su canto del cisne, el Requiem a seis voces (su obra más madura y solemne), para los funerales de la emperatriz, siendo publicado en 1605. Desde esta fecha hasta su muerte, no nos ha llegado ninguna obra más salida de su pluma, hecho que ha despertado todo tipo de teorías entre los especialistas. 1605 fue así el año de su retiro como creador; fue también el año de la aparición de la primera parte de "El Quijote", dos años después vería la luz el Orfeo de Monteverdi, y el tenebrismo de Caravaggio era ya un modelo entre los jóvenes pintores italianos..., el Arte estaba cambiando radicalmente. La gran crisis del XVII imponía una nueva estética.
Me gusta pensar que Victoria (seguramente ignorante de las dimensiones de estos acontecimientos), intuyó que su tiempo como artista "del Renacimiento" había terminado, que el nuevo siglo ya no le pertenecería. Murió en 1611, creo que consciente de haber cumplido con creces su más sincero y perseguido propósito: haber servido a Dios y a los hombres a través de su música, y con la más absoluta humildad. Un humildad que dura ya 400 años.
Raúl Mallavibarrena